INTERES GENERAL
La feria más grande de Junín: compra y venta para sobrevivir
Prendas de vestir, calzado y accesorio tienen una segunda oportunidad: a través de lo que ahora se denomina “moda circular”, familias de Junín se sientan con su puesto en la plaza de avenida Alvear cada sábado, en el barrio Bicentenario, para ofrecer todos esos artículos que descartan en sus propios hogares, encuentran o reciben en donación.
Pero además, con el tiempo, se fueron sumando otras opciones: allí, a un precio más bajo que comercios tradicionales, pueden adquirirse productos de todo tipo para el hogar e incluso comestibles.
Las dificultades y aprietos económicos fueron haciendo que la feria se expanda cada vez más. Con el atractivo extra de que cada puestero no debe pagar ningún canon por instalarse, más de cien llegan cada mañana de sábado con sus mantas, mesas, gazebos, sillas, reposeras y tablones para ofrecer lo que ponen a la venta.
Muchos son vendedores habituales y desde hace años, y ahora recaudan para poder hacer frente al pago de servicios o la alimentación diaria de la familia, dado que sus trabajos habituales no les permiten “llegar a fin de mes” y necesitan esta ayuda extra. Pero otros apenas asisten uno o dos sábados, con un stock limitado, que reunieron en pos de un objetivo específico, como sucede con adolescentes o grupos que colectan para pagar un viaje o determinadas entidades que persiguen el sueño de concretar una mejora en sus instalaciones. Y desde hace un tiempo, se van sumando los emprendedores.
O sea, en la feria más grande de Junín, hay todo tipo de vendedores y de compradores, tan variados como los productos que pueden hallarse.
DESDE EL INICIO
Susana Funes, Valeria Verón y Miguel Nedef son los coordinadores responsables y están presentes desde el inicio de las actividades. “Hace casi veinte años empezamos en casas de familias, después nos trasladamos a esta plaza del barrio hace ya nueve. Arrancamos después de la época del trueque, y éramos mujeres solas con ropa. Ahora ya vienen hombres y familias enteras, y se empezaron a sumar los emprendedores”, cuentan.
Susana explica que “cada sábado, desde muy temprano porque a las 8 de la mañana ya se van posicionando los primeros, y hasta pasadas las 16 horas si el día acompaña. Los puesteros llegan con los chicos, que juegan en la placita, con adultos mayores que acompañan sentados en sillones, comparten mates, concurre toda la familia”.
“Calculamos que estamos teniendo más de cien puestos, en la única feria que no cobramos nada para que la gente se instale”, aclara Valeria.
Acá se puede encontrar de todo: verdulería, carritos habilitados por Bromatología para la venta de sandwichs, productos de plásticos, artesanías, adornos, cortinas, acolchados, artículos de limpieza, comida elaborada como alfajores o tortas, casi todo lo que se busque.
MODA CIRCULAR
La compra-venta de ropa usada es el mayor fuerte de la feria, a lo que luego se fueron agregando los otros rubros.
Ahora, en todos lados y como consecuencia directa de la situación económica, la moda circular está en su mayor auge. “Acá vienen a vender ropa usada para conseguir dinero destinado a pagar otras cosas”, explican los coordinadores.
Además, “muchos adolescentes vienen a vender su propia ropa para comprar algo o pagar el viaje de egresados, por ejemplo. Son puesteros temporales, digamos, como sucedió con un ballet que vino para recaudar fondos para un viaje. Me sorprende cuánta gente se suma, incluso de un nivel social superior con autos modernos, algo que no veíamos años atrás”, dice Miguel.
En lo que hace a los precios, remarcan que “tratamos que sean accesibles, aunque cada uno fija lo que considera y según sale o no el producto, pueden bajarlos después”.
Susana, Valeria y Miguel coinciden: “Cada vez viene más gente, y solo los sábados, aunque recibimos siempre consultas para ver si estamos los días feriados o domingos”.
DESDE LA ZONA
Hugo Daniel Fernández llega cada semana desde Ascensión, para ofrecer sus productos. “Hace mucho que venimos, tenemos que rebuscarla porque está muy difícil la situación, así que estamos muy agradecidos por el lugar que nos dan”, cuenta.
En su caso, cuenta que “vendemos ropa usada en buen estado de mujer, hombre y chicos. La gente busca mucho esto, porque también se la está rebuscando, dado que en las tiendas ya no se puede ir por los precios tan altos”.
A PARAR LA OLLA
Marcela es una cara habitual de la feria de avenida Alvear. “Venimos a la feria a comprar ropa, zapatos, mercadería, para mí y para toda mi familia, para los bebés que vienen en camino que cada vez son más pero hay cada vez más miseria. Además, tenemos que poner cada día la comida en la mesa, la mercadería cuesta mucho”.
En su caso, cuenta que “vendemos la ropa que nos va quedando chica y también a veces encontramos o nos regalan, acá en la feria hay algunos puestos en que venden ollitas y cosas de la casa que en muchos casos son halladas en la calle”.
“Tenemos que juntar para pagar la luz, el canal, todos los servicios se fueron muy caros”, aclara, y remarca: “Nos tocaron sábados con clima feo, lluvia, no pudimos hacer nada, así que la pasamos bastante mal porque no llegamos a fin de mes, apenas a los quince días”.
Además de concurrir a la feria, Marcela mantiene otros trabajos para sobrevivir: hace pan casero, prepizzas, cambia cierres, tareas de costura… “En todo cobro barato, no puedo arrancarle la cabeza a la gente que tampoco llega a fin de mes, así que me llevo cosas para hacer de la plaza y voy haciendo durante la semana”, explica.