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ESPECTACULOS

Andrés Calamaro cumple 60 años

 

“El Salmón” es uno de los músicos más influyentes del rock en castellano, y ocupa un lugar privilegiado entre los más respetados y queridos por el público. Un repaso por su laureada carrera

Dueño de una carrera admirable, este músico que hoy cumple 60 años -nació apenas nueve días después de la construcción del Muro de Berlín- descubrió de muy joven su vocación; y -siendo un adolescente- se codeó con verdaderas leyendas de la música nacional, como Charly García y Miguel Abuelo, por ejemplo.

“Cuando empecé no me consideraba un letrista, ni mucho menos. Al principio, cuando era joven, lo que quería era ser un músico aceptable para poder tocar con otros músicos más grandes. Y, bueno, efectivamente pude tocar al lado de Beto Satragni, más adelante con Miguel Abuelo, Charly García… Mis habilidades eran el teclado, o ser un buen elemento, un buen compañero en las giras, poder cantar; todo ayudaba un poco”, recordó sobre sus inicios en una entrevista

Y siguió: “Hacer letras, hacer canciones, ya es otro rubro que solamente tocar un teclado. Y es convertirse, sin exagerar la importancia de la palabra, en artista. Una cosa es poner tu talento al servicio del talento de alguien, y otra cosa es grabar tus propios discos. Así que fui escribiendo letras más de grande. El primer disco que tiene 100 % de letras mías es Nadie sale vivo de aquí, que está grabado en el año ‘88. Parece mucho, pero 30 años atrás yo no era un adolescente ya; tenía 25 largos…”.

Antes de su incorporación a Los Abuelos de la Nada pasó por varias bandas menores hasta que le llegó su primera gran oportunidad. Con el grupo que lideraba Miguel Abuelo, Andrés explotó como músico. Empezó a colaborar con temas propios y fue allí cuando llegó a ser reconocido como compositor. En 1982 salió a la venta el primer disco de la banda, que contuvo “Sin gamulán”, uno de sus primeros éxitos personales.

Más repercusión aún tendrían luego “Mil horas”, canción que formó parte del siguiente trabajo discográfico de Los Abuelos: Vasos y besos; y “Costumbres argentinas”, incluida en el álbum en vivo Los Abuelos en el Ópera, publicado en 1985.

A mediados de los ‘80 se alejó del popular grupo para emprender una carrera solista que no iba a resultar sencilla. “Realmente hay como una historia de diez en diez porque fue en el ‘83 cuando con Los Abuelos hicimos ‘Mil horas’ y, diez años después, con Los Rodríguez, hicimos ‘Sin documentos’. Y si en el ‘86 yo me quedé solo fuera de Los Abuelos, en diez años llegó el momento de ser solista nuevamente”, recordaba Andrés en una entrevista con Página 12 en noviembre de 1998.

Entre ese intento solista de fines de los ‘80 y el “lanzamiento oficial” de su carrera individual en 1997 con Alta Suciedad, formó Los Rodríguez junto a Ariel Rot, Julián Infante y Germán Vilella; y ahí conoció la masividad absoluta siendo la cara visible de un proyecto musical.

Rot afirmó el año pasado -cuando se celebraron los 30 años de la formación del grupo- que para armar la banda “era fundamental” contar con Calamaro, con el que llevaba unos años tocando en Buenos Aires. “Éramos muy colegas, habíamos hecho varios proyectos, se había establecido una alianza musical muy poderosa. Fue la única condición que le puse a Julián, que el cantante fuera Andrés”, subrayó en diálogo con Europa Press.

Calamaro lamentó que, durante los años que estuvo activa la banda, “no se dieron las condiciones” para poder hacer giras por toda América Latina. “Hubiéramos gustado muchísimo en Colombia, México o Perú. Afortunadamente pudimos tocar en Argentina, de locales”, recordó.

El éxito fue rotundo pero solo estuvieron juntos seis años y apenas grabaron tres álbumes de estudio. ¡Pero qué álbumes!: Buena suerte (1991), Sin documentos (1993) y Palabras más, palabras menos (1995).

 

Quedarán para la posteridad canciones como “Dulce condena”, “Sin documentos”, “Salud, dinero y amor”, “Milonga del marinero y el capitán”, “Aquí no podemos hacerlo”, “Todavía una canción de amor”, “Para no olvidar”, “Mucho mejor” y “Mi enfermedad”, entre otras.

Fueron el puntapié de la segunda etapa solista de Andrés. El músico estaba atravesando un año muy especial en 1997 porque ya se había despedido de Los Rodríguez y, al igual que una década atrás, intentaba comenzar un camino en solitario. Sin embargo, esta vez el resultado iba a ser muy distinto a la travesía iniciada en los ‘80.

Alta Suciedad fue lanzado oficialmente el 9 de septiembre de 1997 por la discográfica Warner. Contó con 14 canciones, todas compuestas por “El Salmón”; y en algunas ediciones se incluyó el tema “Catalina bahía”, de Miguel Cantilo y Jorge Durietz.

“Unas cuantas cuestiones había que resolver para grabar Alta Suciedad. Varios meses antes de grabarlo hice los primeros demos con algunas de estas canciones. Después salimos de gira con (Joaquín) Sabina y Los Rodríguez mientras armaba un estudio doméstico instalado en un cuarto piso en el barrio bohemio de Madrid. Cuando terminamos la gran gira, me volqué en el estudio casero a grabar, a razón de una canción por día”, recordó el protagonista en una entrevista con el portal Silencio.

Respecto a los temas, narró: “De la primera serie fueron ‘Crímenes perfectos’, ‘El tercio de los sueños’ y ‘Comida china’; y de la siguiente temporada de maquetas aparecieron ‘Flaca’, ‘Loco’ y ‘Todo lo demás’. ‘Alta suciedad’ (la canción) responde a unas grabaciones espontáneas en un formidable estudio de grabación de Madrid antiguo; y ‘Donde manda marinero’, a una serie escalonada de grabaciones, primero en mi domicilio y después en estudio con un músico adjunto (…). Hay un antes y un después de Alta Suciedad”.

El disco fue producido por Joe Blaney, quien trabajó con artistas de la talla de The Clash, Ramones, Prince, Keith Richards e hizo varios de los mejores álbumes de Charly García. Además, contó con la participación de una selección de grandes músicos: Hugh McCracken, Marc Ribot y Eddie Martínez estuvieron a cargo de las guitarras; Charly Drayton y Chuck Rainey hicieron los bajos; Steve Jordan fue el baterista; Crispin Cioe y Ken Fradley participaron en los vientos; y Crusher Bennett hizo la percusión. De los coros se encargó Celeste Carballo, mientras que Ramón “Palito” Ortega tuvo su lugar en la recordada y simpática canción “Elvis está vivo”.

Muchos de los temas de Alta Suciedad se escucharon en todas las radios del país, de la región y de España, nación que adoptó al artista como propio; y el éxito del músico quedó retratado en el hecho de que este álbum se transformó en el segundo más vendido de la historia del rock argentino, solo superado por El amor después del amor, de Fito Páez.

Tras el boom de Alta Suciedad, se esperaba con expectativa la salida de Honestidad Brutal (1999). ¿Tendría 10 canciones? ¿12? ¿15? Nada de eso. Calamaro patearía el tablero y, luego de largas disputas con la discográfica, editaría un álbum doble de 37 temas. ¡Sí, 37! Tenía mucho para decir y eso se notaba a la vista. Igualmente sería poco en comparación al disco quíntuple que editaría al año siguiente. (El Salmón contó con 103 composiciones).

En Honestidad Brutal, el artista profundizaría su crítica hacia la realidad política y social del país, mirada que había iniciado con la canción “Alta Suciedad” del disco que llevó ese nombre. “Alta suciedad, basura de la alta suciedad, no se puede confiar en nadie más…”, expresaba un ácido Andrés.

Para el fin de siglo, grabaría dos piezas que retomaron esa idea: “Clonazepán y circo” y “No tan Buenos Aires”. “En nuestra vida real siempre fuimos decadentes, tuvimos la libertad apretada entre los dientes”, sostenía en la primera; mientras que en la otra subrayaba: “No me gusta, pero es lógico que pase, si algunos chorros y grasas tienen 17 casas…”.

Preguntado por este periodista si se había propuesto de antemano esa visión crítica o si surgió espontáneamente, Andrés respondió: “Es lo mismo lo espontáneo y lo antemano. Lo mismo para la música y para la letra. Ya teníamos meditadas muchas cosas, con mis compañeros teníamos mucho diálogo y tertulia buena, pero siempre aprendiendo con los que saben: los intelectuales, el cine, la música, los libros, la realidad, la calle, los bohemios, el pueblo y los aeropuertos. Cuando hace falta somos espontáneos escribiendo, cantando y hablando. Así era hace 20 años y así es ahora”.

Los días de Honestidad Brutal eran “de 72 horas”, según recordó el propio Calamaro en ese diálogo con Infobae en 2019, cuando se cumplieron 20 años del disco. “Grabamos todos los días durante nueve meses, y también las noches. El resto del tiempo abusábamos de los tópicos malditos del rock, siempre bienvenidos por entonces. Con buenas intenciones, diálogo ideológico, integración con sectores valiosos en el rock, Argentina en el cielo y los subsuelos. Sobrevolando lugares finos y tachos de basura”, detalló.

Este álbum, que también contó con la producción de Blaney, buceó por distintos tipos de canciones. Como decíamos, estuvieron aquellas que pusieron la lupa en la realidad política, pero también -por supuesto- dieron su presente las de amor, despecho y aquellas que referían a esa vida de excesos, de la que el propio Andrés destacó dos décadas después.

Entre los temas más recordados del disco obviamente están “Paloma”, “Te quiero igual”, “La parte de adelante” y “Cuando te conocí”. El propio Calamaro explicó cada uno de ellos en la conversación.

– “Paloma”: “La respuesta es insólita y estoy tan agradecido (…). En todas las canciones trabajamos mucho, como chinos. Pero ‘Paloma’ es especial, no sé exactamente por qué. Quizás sea el oasis argentino”.

 

– ”Te quiero igual”: “Es un malentendido, es una letra amarga que se prohíbe el verbo amar. Es una broma porque repite una misma palabra muchas veces, el mismo ‘te quiero’ de Bob Dylan. ‘No se si estoy despierto o tengo los ojos abiertos’ es el clásico alegato cultural de las drogas de consumo personal que no constituyen delito alguno. Para mí estaba claro y era evidente. No intentaba definir un estilo de canción ligera. Todo lo contrario”.

 

– “La parte de adelante”: “La que gusta y la cantan todas las hinchadas, es una canción sencilla que no fue fácil grabar como producción. Nos hicimos un lío grabándola”.

 

– “Cuando te conocí”: “La escribí en el avión, en una de mis vueltas a Buenos Aires. Es literal y tiene una guitarra buena que grabamos en New York con Joe (Blaney)”.

 

Andrés aún hoy se siente orgulloso de Honestidad Brutal. “Es un disco plagado de músicos buenos. Toqué la mayoría de los instrumentos. (…) Casi todas las baterías las grabamos Javier Calamaro y yo. Muchos bajos, guitarras y teclados. No hay canciones especiales en el disco. Quizás, si lo escucho ahora, le descubro cosas nuevas”, concluyó.

Después de Honestidad Brutal llegó el turno del quíntuple El Salmón -que contuvo muchos hits y cerró una etapa de su carrera- para luego dar lugar a otros álbumes que también dejaron su huella, como El cantante, Tinta roja, El palacio de las flores, La lengua popular, On the rock, Bohemio, Volumen 11 y Cargar la Suerte, hasta llegar a Dios los cría, estrenado en mayo pasado.

En este álbum se pueden escuchar versiones renovadas de “Bohemio”, “Tuyo siempre”, “Estadio Azteca”, “Para no olvidar”, “Flaca”, “Algún lugar encontraré”, “Engánchate conmigo”, “Pasemos a otro tema” y “Paloma”, por nombrar a las más conocidas; sin embargo, a esta altura, casi todas adquirieron ese mote.

Su reciente trabajo reunió a músicos de la talla de Julio Iglesias, Vicentico, Alejandro Sanz, Carlos Vives, Juanes, Julieta Venegas, Raphael y Milton Nascimento, entre otros, para hacer 15 de sus canciones más bellas.

“Grabar un disco es elegir entre cincuenta posibles, uno al azar o sujetos a las circunstancias. Somos músicos y cantantes, surgimos de ninguna parte, hacemos eco en las esperanzas, el amor y el sentir profundo del pueblo. Atentos al ‘Destino del Canto’ descrito y escrito por Atahualpa Yupanqui”, enfatizó.

El disco lo abre “Bohemio”, canción editada en el álbum de 2013 que lleva el mismo nombre. Aquí la canta con Julio Iglesias. “Es una delicia como canta de bien, hace la canción suya, parecen versos escritos especialmente para él en una versión porteña, rockera y bolero jazz”, dijo entusiasmado “El Salmón”.

“Somos amigos, nos llamamos para celebrar la canción y saludarnos cuando corresponde. Fue puntual, generoso, gracioso y nos recuerda la clase que tiene como cantante. Un caballero contrastado que se distingue entre millones”, definió a su colega español.

Si de amigos se trata, hay que mencionar a Vicentico, quien lo acompañó para cantar “Tuyo siempre”. La relación quedó reflejada en esta versión de una de las canciones más reconocidas de Calamaro. La buena química entre ambos se hizo manifiesta en el estudio de grabación, donde se los escuchó sueltos para darle una vuelta de tuerca a este tema que ya es un clásico.

En palabras de Calamaro, se trató de un encuentro de dos amigos. “La amistad es la amistad, lo demás son cuentos. Somos más que compañeros de oficio y es así desde hace muchos años. Somos confidentes y estamos cortados por una misma tijera”, expresó.